martes, 20 de septiembre de 2011

Nota en Página 12 (2 de julio de 2011)

TEATRO › MIRIAM MARTINO ESTRENA MARIA ELENA, NUESTRA CIGARRA, EN EL BUHO

“El teatro es la capacidad de jugar”

En la puesta, basada en la obra de María Elena Walsh, se cruzan música, actuación y relato. El recorrido atraviesa los diferentes estilos en los que la autora de “Manuelita” plasmó sus canciones, artículos periodísticos, poesías y cuentos.


Por Sebastián Ackerman
Hay artistas que trascienden su época, que logran la clasificación de inclasificables y que cuesta encasillarlos en un ámbito definido. ¿Cómo hacer referencia a ellos sin caer en el lugar común de repetir sus trabajos más conocidos? Miriam Martino vuelve a poner a prueba este difícil hilván entre música, poesía, actuación y relato en la presentación de María Elena, nuestra cigarra, espectáculo basado en la obra de María Elena Walsh. “Cuando empecé a armarlo, pensé en hacer un recorrido por la obra de María Elena, por las etapas –dice Martino a Página/12–, pero me di cuenta de que yo no tenía por qué contar y decir, sino que ya se iba viendo la diversidad de estilos, siempre bellos, y esta cuestión tan difícil de que sea buena la letra y la música”, recuerda. Entonces, se propuso “abarcar toda esa diversidad de estilos musicales y temáticos”. “Se va como hilvanando entre canciones y textos”, adelanta del estreno de la obra que se presentará todos los sábados de julio a las 19 en el Teatro El Búho (Tacuarí 215).
Este recorrido atraviesa los diferentes estilos en los que María Elena Walsh plasmó sus canciones, pero también trabaja con artículos periodísticos, poesías y cuentos de la creadora de “Manuelita”, pero también de “La cigarra” o “Serenata para la tierra de uno”: imposible de encasillar en un estilo o un público, muchas veces lo dicho se alivianaba en su forma de decir, pero nunca dejaba de ser dicho. “Siempre habla de cosas profundas”, analiza Martino, que está acompañada por el guitarrista Eduardo Pertusi. “Creo que ella tiene la universalidad de los grandes poetas, porque no es fácil ser sencillo, tener esa capacidad de síntesis y decir tanto. Ella nos expresó, y muchas veces. Hemos crecido con el acompañamiento de María Elena. Ella era muy comprometida, muy jugada. Creo que decía lo que pensaba, gustara o no.”
Este espectáculo es hijo de uno anterior sobre textos de Walsh, que Martino armó junto a su profesora de canto María Esther Fernández, El mundo de María Elena. “Siempre la admiré mucho como cantautora, como escritora”, asegura la cantante y actriz. “Hay muchas cosas de María Elena que mucha gente no conoce y que son maravillosas. Algunos textos de humor que están en el espectáculo, monólogos escritos en verso que los hubiera hecho maravillosamente Niní Marshall. Y pensé que acá había material”, cuenta sobre la investigación que realizó para esa primera obra. Y fue a partir de esta experiencia, explica, que después pudo realizar sus trabajos Un deber seguir cantando, sobre Yupanqui; Chabuca, Eladia y Violeta, homenaje a Granda, Blázquez y Parra. “Hubiera querido escribir lo que quería cantar. Pero a través de María Esther aprendí a armar mi propio libro con palabras de otros”, confiesa.
Las obras de Martino conjugan sobre el escenario la voz de la cantante y el histrionismo de la actriz, mixtura propia desarrollada a partir de su gusto por ambas facetas. “Empecé siendo cantante, pero cuando hice teatro me di cuenta de que había algo más.” Por eso decidió abandonar los recitales tradicionales. Ahora, en todos sus espectáculos hay una narradora. “Este espectáculo comienza con un juglar, como el juglar que era María Elena, y hay momentos en los que aparecen sus textos que van hilvanando las canciones”, adelanta sobre lo que se verá sobre las tablas de El Búho. Y dice que nunca le gustó encasillarse como cantante, por eso pensó en María Elena Walsh cuando arrancó, “porque ella tiene una zamba, un foxtrot, un vals. Y las temáticas, la poesía...”, se entusiasma.
Las canciones y los cuentos de María Elena Walsh fueron referencia para generaciones de chicos y chicas, que crecieron al ritmo de sus textos. Autora precoz, a los 17 años escribió su primer libro, Otoño imperdonable, que recibió el segundo Premio Municipal de Poesía. “Era una gran trovadora”, reitera Martino. “Todo eso hizo que cuando llegó a escribir para los chicos fuera diferente. Ella decía que cuando se fue a Europa se ganó la vida cantando y explorando la poesía popular, que así había recuperado el hábito de la infancia, y se puso a escribir desde ellos. Es juego”, analiza Martino, y concluye: “Y el teatro es lo mismo, es la capacidad de juego. Pero ella venía con todo ese andamiaje”.


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